Vivimos en un tiempo que no se detiene: pantallas que laten sin descanso, notificaciones que reclaman atención, rutinas que se fragmentan en miles de microtareas. La aceleración se ha vuelto el estado natural. Pero ¿y si lo radical hoy fuera lo opuesto? ¿Si la verdadera forma de celebración fuera desacelerar?
Las imágenes hablan de un lujo inesperado: lo cotidiano convertido en ritual. Una taza de café sostenida sin apuro. Un ramo de flores tomado con ambas manos, como si fuera un tesoro. Una partida de dominó o una ronda de Twister que vuelve a tener sentido porque, en medio de la distracción digital, la risa compartida se siente radical.
No se trata de nostalgia, sino de presente. La moda aparece aquí como vehículo para una filosofía de vida: prendas que acompañan lo real, que se sienten vividas, que invitan a moverse, a detenerse, a jugar. Telas que rozan la piel mientras uno se sumerge en un libro; estampados florales que conviven con flores frescas; colores vibrantes que contrastan con gestos íntimos. Cada outfit se integra a la escena, no como disfraz, sino como extensión de un estilo de vida más consciente.
La colección se inspira en esa filosofía. Prendas que invitan a moverse, a jugar, a estar cómodos en lo real. Estilismos que no hablan de escapar, sino de habitar. Porque en Magma entendemos que la moda no es solo apariencia: es también una forma de practicar el presente.
Cada fotografía de esta campaña es una declaración:
La pausa como resistencia frente al vértigo.
El juego como redescubrimiento de la alegría pura.
La danza como expresión sensorial sin filtro.
La lectura como viaje interior.
Las flores como símbolo de lo que crece sin prisa.
Un manifiesto estético que celebra lo simple como acto extraordinario.
Un recordatorio de que en un tiempo saturado, lo radical es estar presentes.
El cierre es una metáfora visual: entre lo analógico y lo digital, entre lo proyectado y lo orgánico, aparece la invitación más clara de todas: ponerse en modo offline. Apagar la distracción para encender lo real.
Magma Verano 2026 no propone escapar del mundo, sino reimaginar la forma en que lo habitamos. Este verano proponemos una desconexión simbólica: apagar la pantalla para encender el instante. Dejar el scroll infinito para volver al gesto finito, ese que tiene principio y final, ese que se comparte en carne y hueso. Porque los hábitos que hoy parecen pequeños —detenerse, reír, conversar, abrazar— son en realidad la forma más clara de resistencia.
Un manifiesto estético que celebra lo simple como acto extraordinario.
Un recordatorio de que en un tiempo saturado, lo radical es estar presentes.
